(Pedro) tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús… asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
Mateo 14:30-31
(Jesús) Reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo:… ¿Cómo no tenéis fe?
Marcos 4:39-40
Algunas veces la actitud de los discípulos entristeció a Jesús. En varias ocasiones les reprochó su falta de fe. De hecho el Señor quería animarlos, a ellos como a nosotros, a esperar todo de él. “Al que cree todo le es posible”, dijo Jesús (Marcos 9:23).
Cuando nuestra fe vacila, Satanás, en cambio, trata de desanimarnos dirigiendo nuestras miradas hacia nosotros mismos. Nos insinúa que nuestra fe es tan pequeña que no tenemos nada que esperar del Señor. En realidad, el lamentarnos sobre nuestra pobre fe no honra al Señor, y nuestros esfuerzos no servirán de nada.
El Señor afirmó que una fe “como un grano de mostaza” podía mover montañas (Mateo 17:20). ¿Por qué? Porque la eficacia de la fe viene del hecho de que se dirige a un Dios poderoso. Conecte una lámpara, por pequeña que sea, a una toma eléctrica, ¡estará en contacto con la electricidad y brillará!
Nuestra fe se dirige a un Dios poderoso y lleno de gracia. ¿Dejó hundir a su discípulo Pedro porque le faltaba fe? ¿Dejó sin ayuda al padre desesperado que suplicaba: “Ayuda mi incredulidad”? (Marcos 9:24). ¿Esperó a que sus discípulos confiasen en él para calmar la tempestad que los aterrorizaba? ¡No, él ama a los suyos!
Si sentimos nuestra falta de fe, reconozcámoslo ante el Señor; desviemos nuestra mirada de nosotros mismos y miremos a Jesús, contando con su gracia.
Jeremías 4 – Lucas 12:22-40 – Salmo 89:28-37 – Proverbios 20:16-17
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