Muchas cosas nos perdemos por nuestra forma de ser o por desconocimiento. Por ejemplo, una persona egoísta se pierde del cariño de los demás porque reclama para sí mucho y da muy poco; una persona orgullosa se pierde del poder restaurador del perdón, porque en su corazón no hay cabida para estos actos que quebrantan al ser internamente.
Igual pasa con las personas que desconocen de un tema; esa ignorancia les impide ver las cosas desde la perspectiva de la respuesta; por ejemplo, alguien que no sabe que a su cónyuge se le dañó el teléfono móvil y cuando este se puede comunicar entonces le recibe con un insulto por no haberle avisado, sin conocer la causa de la incomunicación.
Así mismo pasa con Dios, los egoístas piensan que Dios se olvidó de ellos, porque siempre están queriendo recibir y no están dispuestos a darle al Señor tiempo, servicio, ofrendas, oración, lectura de Su Palabra, y por esta razón no llegan a conocer al Señor.
Los orgullosos no aceptan a Jesús porque no pueden aceptar que haya alguien más grande que ellos, alguien que sea superior o que haya alguien que le diga lo que deben hacer; y por estas razones no aceptan ser seguidores de Jesús.
Es igual con el desconocimiento, cuando las personas no se toman el tiempo para conocer al Señor, entonces reclaman, sufren y se mantienen en el error causado por esa falta de conocimiento, por la tradición religiosa, sin darse cuenta de que Dios se quiere revelar en sus corazones.
Al meditar sobre esto puedo entender como en múltiples oportunidades la gente se rinde ante el Señor en medio de una situación difícil. No hay orgullo, ni egoísmo, ni falta de conocimiento que le impidan buscar a Dios cuando una crisis le llega a una persona.
He visto muchos entregarle su vida al Señor porque sus emociones, su salud o la situación que enfrentan les deja solo un camino: “buscar a Jesús”.
El Señor no es un alivio para débiles, ni es un egoísta que no se interesa en los demás, tampoco es una escultura en un templo, el Señor es un Padre amoroso, que desea darse a conocer, que es bondadoso y misericordioso, que está dispuesto a enseñarnos y ayudarnos en todo momento.
Es el mejor compañero de viaje en esta vida. No esperes que algo ocurra, búscalo de corazón, deja el orgullo, el egoísmo y el desconocimiento y acércate al dador de vida, a Jesús. ¡Él es la fuente de una nueva vida espiritual!; es quien nos restaura y nos sana cuando estamos en dificultad.
Oremos: “Señor, te entrego mi vida, renuncio al orgullo, al egoísmo y abro mi corazón a tus enseñanzas. Creo que sanaras mis angustias, reconozco que eres mi restaurador, Jesús mi vida te pertenece, lo creo y declaro en tu bendito nombre, Amen”
Versículo: “Dios mío, tú eres mi Dios. Con ansias te busco desde que amanece, como quien busca una fuente en el más ardiente desierto”. Salmos 63:1 (TLA)
Buen Día
Juan C Quintero
www.buendiatodoslosdias.com
Buen Día – Orgullo – Egoísmo – Desconocimiento
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