Hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir… el Señor será mi Dios… y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti.
Génesis 28:20-22
(Dios dijo a Job:) ¿Quién me ha dado a mí primero, para que yo restituya? Todo lo que hay debajo del cielo es mío.
Job 41:11
Este pasaje de Génesis nos muestra a Jacob huyendo de su casa paterna. Había engañado a su padre y estafado a su hermano Esaú, quien ahora trataba de matarlo. Al anochecer, Jacob se detuvo para dormir. Dios le habló en un sueño y le prometió que lo protegería, lo ayudaría y lo llevaría sano y salvo de vuelta a su país. No hizo ningún reproche a Jacob y no puso ninguna condición a sus bendiciones. Sin embargo, Jacob desconfiaba. ¿Cómo es posible que exista un Dios que da sin pedir nada a cambio?
Jacob prefería el «uno por otro», es decir, si Dios me da efectivamente lo que prometió, entonces será mi Dios; le consagraré un santuario y le daré la décima parte de lo que gane. El razonamiento de Jacob es el de muchas personas en esta tierra. A cambio de una vida con buena salud, sin accidentes, y si es posible un lugar en el paraíso, muchos hombres están dispuestos a dar algo a Dios: un poco de tiempo para ceremonias religiosas, dinero para obras caritativas, e incluso ofrendas materiales…
Pero este razonamiento tan humano es opuesto a lo que la Biblia nos presenta. Pensándolo bien, qué puede dar el hombre a Aquel a quien pertenecen todas las cosas, y quien puede declarar: “Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti; porque mío es el mundo y su plenitud” (Salmo 50:12).
(Continuará)
Éxodo 18 – Hechos 13:26-52 – Salmo 30:6-12 – Proverbios 11:1-2
© Editorial La Buena Semilla