Las cosas invisibles de él (Dios), su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que (los hombres) no tienen excusa.
Romanos 1:20
¡Señor mío, y Dios mío!
Juan 20:28
Usted cree que el azar dio origen al universo, mientras que todo el mundo está de acuerdo en reconocer su extrema complejidad. Lo que podemos percibir no es más que el reflejo de una prodigiosa organización. Esas leyes que rigen el universo, ¿aparecieron solas?
Usted cree que el hombre es bueno, y que la sociedad lo corrompe. Pero, ¿quién ha organizado, en este mundo, la opresión, la mentira, la inmoralidad, la violencia bajo todas sus formas, los genocidios?
Usted cree que la libertad sexual trae la felicidad; no obstante lo que ella engendra es desequilibrio y confusión, sin hablar de las enfermedades corporales y del alma.
Sí, usted necesita una «fe ciega», inmensa y sin medida, para admitir todo lo que la pretensión del hombre pudo elaborar a fin de explicar que no hubo relojero para crear el reloj tan complejo llamado universo. Yo tengo una fe muy pequeña, ¡pero la deposité en un gran Dios, que es luz y amor!
A los que usted clasifica como de espíritu simple, ¿no estarían llenos de la luz de Dios?
Sea de buena fe, crea en el Hijo de Dios, la luz del mundo. Crea en Jesucristo, muerto en la cruz por sus pecados. Entonces el conocimiento del Dios vivo y verdadero y su bondad se impondrán ante usted. Y con gozo, inclinándose ante él, dirá en verdad: ¡Señor mío, y Dios mío! (Juan 20:28).
“Los cielos cuentan la gloria de Dios…” (Salmo 19:1).
Jeremías 37 – 1 Corintios 12 – Salmo 103:19-22 – Proverbios 22:22-23
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