“El Señor se dirigió a Moisés y le dijo: “Diles esto a los israelitas: Si un hombre o una mujer hace la promesa de consagrarse al Señor como nazareo, no podrá beber vino ni licor,…… ni zumo de uva; tampoco podrá comer uvas ni pasas…..Tampoco podrá cortarse el cabello,…. Durante ese tiempo tampoco podrá acercarse a un cadáver,….. Todo el tiempo que dure su promesa, estará consagrado al Señor. “Si alguien muere de repente junto a él y le contamina así el cabello, que él tenía consagrado al Señor, deberá raparse la cabeza siete días más tarde, es decir, el día señalado para su purificación. El octavo día llevará al sacerdote dos tórtolas o dos pichones a la entrada de la tienda del encuentro. El sacerdote ofrecerá uno de ellos como sacrificio por el pecado y el otro como holocausto, y celebrará el rito para obtener el perdón por el pecado cometido al tocar el cadáver. Ese día volverá a consagrar su cabello al Señor, y comenzará un nuevo periodo de consagración al Señor. El tiempo anterior no se tomará en cuenta, porque el cabello que había consagrado quedó impuro. También llevará al Señor un cordero de un año, como sacrificio por la culpa.” Números 6:1-12
Nazareo era una persona que tomaba ciertos votos voluntarios y temporales para estar apartado completamente para Dios. Esta persona seguía su vida normal; pero se abstenía de algunas cosas como lo dice el texto bíblico de hoy. Este tiempo dedicado al Señor no era una “promesa” como muchos conocemos, era un tiempo de consagración solo para agradar al Señor; sin ningún tipo de intercambio.
Llama poderosamente mi atención saber que si este nazareo se contaminaba con alguien, que por casualidad murió cerca de él, este debía hacer tremendo sacrificio para purificarse. Debía apartarse de todo el mundo por siete días y seguro que en ese tiempo no estaba jugando con su table, era tiempo de humillación para pedir perdón por algo que ni siquiera había sido su culpa. Esto parece mucho; pero hay más; luego de estos siete días debía rapar todo su cabello, y además llevar ofrenda de aves, un cordero y una canasta de pan hecho con la mejor harina y bajo ciertas especificaciones de cocción.
No imagino que pasaba si este nazareo no tenía dinero para buscar todo esto, e insisto, ¡no fue su culpa contaminarse con un muerto! Este era el precio de buscar una relación más íntima con Dios en la antigüedad.
Me deleita hacer una comparación de cómo era servirle a Dios en aquella época y lo bendecidos que somos todos los nacidos después del sacrificio de Jesús.
Decidir ser un nazareo en aquella época es una similitud de ser cristiano hoy en día. Es hacer un pacto de servicio y consagración a Dios; pero tenemos algo que antes no se teníamos, somos preperdonados. ¿No es esto maravilloso? Emprendemos un camino; pero cualquiera que sea el pecado cometido o la falla, ya está perdonado. No necesitamos hacer sacrificios con el cabello, la ropa, el dinero, ni nada parecido. Solo debemos reconocer nuestra falta y reclamar el perdón por medio de aquel que pagó la cuenta por nosotros. Jesús.
Cristo ya pagó el precio por nuestras relaciones sexuales prematrimoniales, por lo que robamos, por nuestro adulterio, porque deshonramos a nuestros padres, porque nos prostituimos con dioses ajenos, porque nos drogamos, porque nos alcoholizamos, porque vivimos una vida desordenada y completamente apartada de Él. Ese cheque ya tiene nuestro nombre y apellido. Solo debemos pasar a canjearlo. Que sencillo resulta hoy para todos nosotros recibir el perdón y comenzar de nuevo.
Ya Cristo sufrió por nosotros, él fue ese cordero que se ofreció en sacrificio para llevar nuestras culpas. Si has decidido ser una persona consagrada a Dios; pero por alguna razón te has contaminado, quiero decirte que no importa. Solo toma en tus manos el sacrificio de Jesús y presenta tu petición de perdón ante nuestro Dios misericordioso y perdonador.
Dios quiere darte un nuevo comenzar, solo está esperando que vengas con un corazón dispuesto y arrepentido. Aprovechemos el tiempo de la gracia.
DECLARACION: Gracias Jesus por pagar el precio de todos mis pecados
Oración: Amado Señor, hoy quiero darte gracias por la mayor muestra de amor que me has dado al sacrificar a tu único hijo por mí. Reconozco que te he fallado muchas veces; pero hoy vengo con corazón arrepentido buscando tu perdón. Ayúdame a comenzar de nuevo mi vida en Ti, por Cristo Jesús, Amen.
-Por: Mildred Natera