Aquel día arrojará el hombre a los topos y murciélagos sus ídolos de plata y sus ídolos de oro, que le hicieron para que adorase.
Isaías 2:20
Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Mateo 6:21
En plena crisis bursátil, una revista económica declaraba: «En vez de invertir en acciones, preferimos ser prudentes volviéndonos hacia el oro». El consejo era poner una parte de su patrimonio en valores no susceptibles de depreciarse. Pero solo podía tratarse de bienes materiales.
Jesús nos propone adquirir «valores refugio» completamente diferentes; bienes que no corren el riesgo de devaluarse. Nos aconseja hacer “tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen” (Mateo 6:20), es decir, conocer a Dios, confiar en él y dejar en sus manos la dirección de nuestra vida presente. ¡Qué seguridad y qué refugio!
Los bienes materiales solo tienen que ver con la vida presente. ¡Ni el oro ni las acciones tienen valor en el cielo! Al contrario, todo lo que sea hecho para Dios en esta tierra, permanecerá. Así, los cristianos son invitados a “ocuparse en buenas obras” (Tito 3:8), sabiendo que “sus obras con ellos siguen” (Apocalipsis 14:13).
Cristianos, llegará el día en que tendremos que rendir cuentas sobre la administración de los bienes que nos han sido confiados: dinero, tiempo, salud… El apóstol Pablo manda a los ricos “que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo”. Invita a los creyentes a atesorar “para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna” (1 Timoteo 6:19).
La Biblia nos anima a hacer estas inversiones duraderas ahora, pues estas testifican hoy de la vida de Dios en nosotros.
Deuteronomio 1:1-18 – Juan 1:1-28 – Salmo 111:1-5 – Proverbios 24:21-22
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