Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor.
Hechos 9:1
(Saulo, convertido en el apóstol Pablo, dijo:) Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.
1 Timoteo 1:15
Cuando lapidaban a Esteban, el primer mártir cristiano, un joven llamado Saulo cuidaba la ropa de los que lo apedreaban. Asistió de principio a fin a su ejecución. Y él mismo emprendió la búsqueda y captura de los discípulos de Cristo con la mayor crueldad (Hechos 9).
Sin embargo, Dios amaba a este perseguidor e intervino de forma espectacular en su vida cuando Saulo iba camino a Damasco para prender a los cristianos. Desde entonces este hombre fue uno de los más fervientes predicadores de la fe en Jesucristo. Fue uno de los apóstoles; escribió la mayoría de las cartas del Nuevo Testamento. En una de ellas se llama a sí mismo el “primero” de los pecadores, en otra también declara: “El Hijo de Dios… me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
Lo que Dios hizo hace dos mil años por este hombre violento y asesino, también quiere hacerlo hoy. ¡Para él no hay ningún caso perdido! Sea quien sea usted, y sean cuales sean sus hechos pasados, Jesucristo lo ama y quiere perdonar sus pecados. Desea liberarlo de ese peso que agobia su conciencia, y darle una nueva razón de vivir. La justicia de los hombres quizá lo haya condenado, pero la de Dios quiere perdonarlo. No tema confesarle todos sus pecados, pues él ya los conoce y solo espera su confesión para perdonarle.
“Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18).
Números 17 – Lucas 1:1-25 – Salmo 79:8-13 – Proverbios 18:23-24
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