Desde el principio tú fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú permanecerás; y todos ellos como una vestidura se envejecerán; como un vestido los mudarás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no se acabarán.
Salmo 102:25-27
«Nuestra tierra es un planeta mediano del sistema solar; el sol es una pequeña estrella de la vía láctea, la cual es una galaxia entre miles de galaxias… El universo tiene una inmensidad inimaginable, sin embargo está envejeciendo. La ciencia moderna afirma que el universo tuvo un principio y está evolucionando hacia un final.
Los pueblos de la antigüedad tenían una visión más sencilla del universo. Para ellos la tierra era el centro de todo y, por encima de ellos, el cielo estrellado era estable, inmutable. El universo es, pues, más grande de lo que ellos creían, pero, contrariamente a lo que pensaban, no es inmutable.
Entre esos pueblos, los hebreos veían las cosas de forma diferente, pues habían recibido la revelación del Dios único. Sabían que antes de todas las cosas estaba Dios, y que los cielos como la tierra debían envejecer e incluso desaparecer. ¡Solo Dios era inmutable! Era el punto fijo, el único punto de referencia sólido.
El hombre moderno, si abandona la fe en el Dios creador, se halla sin punto de apoyo, sin amarras, sin un lugar dónde echar el ancla. Sin Dios, sin ese punto fijo, no existe nada, ni siquiera el movimiento que parece arrastrarnos.
Entonces nosotros, cristianos, debemos seguir rindiendo testimonio en este mundo al Creador y a su Palabra, decir a cada uno: Diríjase a Dios; él nos ama y nos lo demostró».
Según Pierre Chaunu
Jueces 3 – Apocalipsis 3:7-22 – Salmo 139:19-24 – Proverbios 29:17-18
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