Consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios.
Romanos 6:11-13
Usted no puede decir a un esclavo: ¡Viva como un hombre libre!, pues esto significaría burlarse de él. Pero puede decírselo a alguien que acaba de ser liberado de la esclavitud. Igualmente, amigos cristianos, si Dios nos dice: “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal”, es porque él nos liberó. Lo hizo mediante la muerte y la resurrección de Jesucristo. No nos dice: ¡Mueran al pecado!, pues ya estamos muertos al pecado, este ya no es nuestro amo. La Palabra dice: “Consideraos muertos al pecado”. Ahí es donde intervienen nuestra responsabilidad y toda la fuerza del amor de Cristo, quien se entregó por nosotros en la cruz. Debemos creer lo que Dios dice y vivir en consecuencia. Tenemos la responsabilidad de resistir al poder del pecado; Dios no lo asume en nuestro lugar.
¡No confundamos los recursos que Dios nos brinda con nuestra responsabilidad de utilizarlos! “Tampoco presentéis vuestros miembros al pecado”, continúa diciendo el apóstol, “sino presentaos vosotros mismos a Dios”. Presentar nuestros miembros al pecado puede referirse a ver una película insana, ir a un lugar donde nuestra conciencia está incómoda, dejarnos dominar por el alcohol… En contraste, nos presentamos nosotros mismos a Dios poniéndonos a su servicio por agradecimiento a él, a causa de su amor que nos sostiene. En esta consagración llena de confianza en Dios hallamos la verdadera libertad y podemos crecer en el camino de la santidad.
Amós 8-9 – Judas – Salmo 110 – Proverbios 24:19-20
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