(Jesús dijo:) Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
Apocalipsis 3:20
Zaqueo… hoy es necesario que pose yo en tu casa.
Lucas 19:5
En el año 2011, la soledad fue declarada gran problema nacional en Francia. Un político habló de ella como «enfermedad a menudo secreta que escapa a nuestras distraídas miradas, enfermedad silenciosa, cubierta por el ruido de nuestra vida contemporánea». La soledad afecta a las personas mayores, pero también a muchos ciudadanos de todas las edades.
Si usted está pasando por ese sufrimiento, ¿sabe que puede hablar a Jesucristo a cualquier hora del día y de la noche, todos los días de la semana, con la seguridad de que lo escucha? Puede decirle todo lo que le preocupa. Jesús mismo pasó por una gran soledad cuando estuvo aquí en la tierra: en el huerto de Getsemaní, cuando sus discípulos se durmieron en lugar de velar con él; en el momento de su arresto, cuando lo dejaron solo; en la cruz, cuando expiaba los pecados de los hombres y fue abandonado por Dios. ¡Qué soledad!
Si se siente desesperadamente solo, puede invitar a Jesús a quedarse con usted. Es el Hombre que está más cerca del hombre, pero también es el Hijo de Dios; y si le confiesa sus pecados, experimentará su perdón y una nueva vida. El sentimiento de una presencia divina echará fuera el sentimiento de soledad, y en toda circunstancia podrá sentir esta presencia, como aquel rescatado del seísmo de Haití en 2010. Sepultado en un hueco durante 17 horas antes de ser rescatado, declaró: «Fui testigo de la presencia real de Dios a mi lado. La sentí, la palpé, bajo toneladas de hormigón, en lo más profundo de la nada».
Números 30 – Lucas 7:24-50 – Salmo 86:1-6 – Proverbios 19:24-25
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