La presencia de Dios es continuamente conmigo. El amor del Padre me seduce continuamente; sin merecerlo su amor me ama abundantemente. La misericordia de Jesucristo me restaura continuamente y la presencia del Espíritu Santo me sostiene diariamente. Tristemente muchos han oído de Dios; pero sus ojos no le ven porque están cegados en sus delitos y maldad. (Jorge L. Cintrón)