Debo recordar continuamente que mi ciudadanía está en los cielos; así que aunque estoy en el mundo no soy del mundo. No puedo permitir que el mundo me cambie a mí. El mudo debe ver en mí la imagen de Jesús. Soy un embajador en el mundo para que los principios del señorío de Jesucristo sean los que gobiernen la vida de las personas. Debo tratar de que todo el que me conozca reconozca a Jesucristo como Salvador personal. Debo tratar de que la justicia, la paz y el amor reinen entre los hombres (Jorge L. Cintrón)