Yo (Jesús) he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.
Juan 10:10-11
Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.
Juan 17:3
«Probablemente Dios no existe. Deje de preocuparse y disfrute la vida». Este anuncio que apareció durante algún tiempo en buses de Inglaterra y España refleja una mentalidad cada vez más corriente hoy en día. Comer bien, beber bien, hacer fiesta y distraerse es el deseo de muchos de nuestros contemporáneos. ¿Esto durará siempre?
Esta sed de placeres de todo tipo, pasajeros y egoístas, ¿es realmente la vida? ¿No es más bien la prueba de que lo que tenemos delante es la muerte? “Comamos y bebamos, porque mañana moriremos” (Isaías 22:13): ¡esto es lo que se proclama y que trae tanta tristeza, vacío, insatisfacción y desesperación!
Sin embargo, este Dios a quien tratamos de ignorar quiere dar un verdadero sentido a nuestra vida. El apóstol Pablo quería conducir a los hombres a echar “mano de la vida eterna” (1 Timoteo 6:19). Esta vida es la vida eterna que Dios ofrece al que cree en Jesús. Esta vida divina nos permite acceder al conocimiento de Dios revelado como Padre por Jesucristo. La relación así creada colma de paz y gozo al cristiano. No se trata de una vida llena de prohibiciones y restricciones, sino de una vida abundante. Es abundante en el sentido de que ya no vivimos egoístamente para nosotros mismos, como lo propone ese anuncio publicitario, sino que vivimos con el corazón rebosante, deseando agradar a Dios y hacer el bien en nuestro entorno.
¡Esta vida halla su origen y su fuente en Jesucristo! Es la única valedera.
2 Crónicas 31 – 2 Corintios 4 – Salmo 105:37-45 – Proverbios 23:13-14
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